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Pintando círculos

julio 2021

 

 

Encontré, bajo un montón de papeles mecanografiados, una carpeta que contenía quince poemas escritos hace una década. El primero de ellos tenía tantas carencias que rasgué los folios inmediatamente. El segundo, el más corto, era casi un haiku y decidí salvarlo. El tercero es el que me ocupa e intentaré actualizarlo con algunas correcciones, con otra voz, la que lo escribió se me antoja torpe y confusa. El poema comienza en un susurro insinuado al alba. Según los primeros versos me enfrenté a la medida de las distancias en el recuerdo. Debió ser mi intención recordar algo, llevarlo al plano, pero el poema se diluye por derroteros que impiden su desenlace. El primer párrafo concluye con un apunte interesante: no puedo escribir lo que no es poesía, lo que me despertó fue la urgencia de saber mi cama en lo invisible.

Olía a cuero y a algodón empapado en tinta china.

Iba hacia ti, luz quieta.

 

No te pareces a nadie.

 

         Me levanté, salí del dormitorio y subí lentamente las escaleras. Ya en el taller, sentado en una de las butacas que flanquean la chimenea, lo único que esta me ofrece es que en alguna ocasión estuvo encendida, ahí están las llamas y luego el rescoldo abandonado como una latente conversación. Soplando prendería de nuevo. Antes fumaba así que enciendo un cigarrillo. Puedo permitirme fumar en esta torre de doble significado. Tengo miedo del día en el que harás cosas que nadie ha hecho jamás y que ese día nunca acontezca; basta con abandonar la infinitud de la isla.

 

         El presente es perplejo. En el pasado un rosal cayó a plomo sobre la hierba, lo veo desde aquí, desde la altura, la masa de su ramaje, de un rojo extenuado, yace como mancha en un papel.

 

Mientras tanto, la costumbre mal entendida de devenir superficie.

Por muy ligero que sea el mundo cuando agitas tus alas.

 

         Ese velo sobre los objetos es el mismo, el mismo rosal lleva ahí postrado sin que nadie sepa cuántas veces el viento impidió su crecimiento. Quiero creer que tenemos vivencias comunes y te pido ayuda; uno de los más hermosos palíndromos en español: reconocer.

         Escribí una cita en inglés, la acabo de suprimir. Era el título de una canción de Barry White, sonaba a menudo mientras pintaba: It’s Ecstasy When You Lay Down Next to Me. La escucho de nuevo, lo intento de nuevo: espero verte pronto. Es la definición de la ausencia: espero verte pronto.

         Me pregunto si pintar no es más que una manera idiota de buscarte, tan fuerte es este olor a pintura que acompaña mi desconsuelo. No sé cómo intervenir. Estoy frente a unas telas, todas tienen el mismo formato, vana actitud para seguirte; el azul de una infusión, el rosal, los malentendidos, en plural el silencio, la primera persona: me voy, pero a dónde si ya has escogido.

 

         Una pregunta formulada demasiado pronto o demasiado tarde, un gesto heredado de otra historia, una incoherencia, el recelo en los ojos… paso la mañana pintando círculos. Parece insustancial pero es así en los ojos. Ayer caminé sobre la arena de la playa y recorrí el parque de punta a punta. No tuve ninguna revelación precisa, pero nada realmente, me sentí demasiado débil para lamentar lo que no ha sucedido. Quizá un día, en lo efímero.

 

Lo que golpea primero es la cara de esta pantalla, su violencia.

 

Lo que golpea después es la ausencia de cualquier color válido.

 

Lo que golpea al final es el inútil movimiento de su lectura.