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La luz de Canopus

septiembre 2021

 

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         Dos hombres, sentados en sendos bancos del parque de Malagnou, en Ginebra, leían cada uno un libro diferente, les intenté fotografiar, de esto hace muchos años, pero ninguno de los dos aceptó el retrato y en la imagen el lugar aparece desnudo. El de la izquierda sostenía entre las manos el Poema de Gilgamesh y estaba absorto en lo que en él se dice de Utnapishtim ya que hasta esa tarde creía que Noé había sido el primero en hacer frente al diluvio. El de la derecha leía una edición ilustrada de la colección de fábulas Panchatantra, relatos enmarcados cuyo autor en sánscrito y según los eruditos fue Visnú Sharma; luego, del persa (Karirak ud Damanak), Abdullah Ibn al-Muqaffa, quien acabó desmembrado por la autoridad, lo llevó al árabe dándole el nombre de Kalilah wa Dimna, Calila e Dimna según traducción ordenada por el aún infante Alfonso y que terminó formando parte de los volúmenes de La Fontaine.

 

         Una traducción persa de Hossein Vaez Kashefi, hacia el año 1500, fue llamada Las luces de Canopus (Anvar-e Soheyli) y Doris Lessing escribió, entre 1979 y 1983, cinco novelas de ciencia ficción de carácter sociocultural tituladas Canopus en Argos, sin nexo con las fábulas antropomórficas.

 

      Otras narraciones, estas del escritor Frank Herbert, bajo el nombre de Dune, tienen parte de su desarrollo en la geografía desértica de Arrakis, planeta en la órbita de Canopus, cuyos habitantes, además de los fremen (Free Men), son enormes criaturas en forma de gusano.

 

         Si alguna novela pudiera ser escogida para su salvación, sería La Invención de Morel de Adolfo Bioy Casares. El porqué no necesita explicación. Fangataufa carece de habitantes, es un atolón rectangular, una isla o estructura coralina, arrecife orgánico que rodea una laguna central que comunica con el mar. De origen volcánico – nos dijo Darwin en 1842 –, los corales se asientan a baja profundidad aprovechando las condiciones favorables para su reproducción. Según está escrito, la formación de arrecifes coralinos dura millones de años. Fangataufa está ubicada en la comuna de Tureia, al sureste del archipiélago de Tuamotu, que significa “muchas islas” dentro de la llamada Polinesia Francesa, compuesto de numerosos atolones y de setenta y ocho islas de las cuales algunas están habitadas y tienen aeropuerto. La producción de pulpa seca de coco y las perlas negras proporcionan ingresos a una población escasa que subsiste básicamente gracias a la pesca. Actualmente esas aguas son objeto de deseo para la práctica del buceo. Magallanes fue el primer navegante en llegar al archipiélago en 1521. Hablan el tuamotuano. En 1826, el marino, geógrafo y dibujante inglés F.W. Beechey puso sus ojos por primera vez en Fangataufa y tal vez esbozara sus corales en un papel. El 21 de septiembre de 1962, el atolón fue designado, junto al de Mururoa, zona de pruebas nucleares. Dentro de dichas pruebas estaba la «Operación Canopus».

 

       Alfa-carinae (Canopus) es la estrella más brillante de la constelación austral Carina (La Quilla) y la segunda del cielo, una supergigante blanco-amarilla setenta y una veces más grande que el sol. Dista trescientos diez años luz de nosotros los terrícolas. Aunque es una estrella del hemisferio sur, se puede avistar desde el norte de África dirigiendo la mirada hacia el Ecuador, siendo visible desde las Islas Canarias donde los guanches la llaman Wâdet, dando inicio al año nuevo lunar. Dicen que desde Buenos Aires es casi circumpolar. La constelación Carina es una división de una mayor, la Argo Navis, representación de la nave de Jasón y sus héroes de epopeya. Canopus debe su nombre al piloto de la nave de Menelao, rey de Esparta, o al poblado situado en el delta del Nilo donde falleciera dicho piloto, según Homero. A pocos kilómetros de Alejandría, dicha ciudad era llamada Kah Nub, (“suelo de oro”) por los egipcios, adoraban a Osiris, hijo de Nut, quien murió ahogado en el río y fue, al igual que el persa traductor, desmembrado. A pocos quilómetros de allí, en la también desaparecida Tanis, fue descubierto el Decreto de Canopo que sirvió para corroborar el método de traducción de Champollion: una losa de piedra caliza grabada en grafías griega, jeroglífica y demótica que propone una reforma malograda de un calendario poco recordado en nuestros días.

 

       En su relato, Pelias, quien terminó descuartizado por sus hijas, se sirvió de una piel de carnero, vellón o vellocino de oro para alejar a Jasón del trono de Yolco, el bibliotecario Apolonio de Rodas nos deja constancia de ello en Argonáuticas, poema épico en el que la nave Argo es un personaje más que posee el don del habla y de la profecía.

 

       En 1429, Felipe III de Borgoña funda la orden del Toisón de Oro.

 

2

 

       Terminaron de leer, uno se pensó inmortal y el otro un cánido capacitado para el habla. Este último le preguntó a su compañero: ¿será esto cierto? El que había sido informado del primer diluvio, encogiéndose de hombros, esquivó la respuesta. No estaban en la imagen luego no existían, uno sin medida qué contar, el otro sin lenguaje qué olvidar.

 

       Acabo de enterarme, en la grisalla del interés vespertino, de que una acción bélica cuyo nombre es Canopus, en concreto «Operación Estrella de Canopus», fue promovida por el ejército árabe sirio en Alepo. Comenzó el 7 de diciembre de 2013 y terminó en octubre de 2014. En el artículo anotan el número de víctimas: 2.500 civiles y rebeldes por bombardeos, 203 civiles debidos a los “cañones del infierno”. No lo leo entero. Mi interés, al comenzar este texto, iba encaminado a los arrecifes de coral y al ensayo nuclear francés que tuvo lugar en agosto de 1968: una bomba de hidrógeno detonada a las 18.30 horas a una altura de 550 metros, con un peso de 3 toneladas y un rendimiento de 2,6 megatones. Busco, no obstante, qué son los “cañones del infierno” y descubro improvisadas bombonas de gas para cocinar, rellenas de explosivos, a las que se añaden espoletas antes de ser lanzadas sobre la población civil, en particular la de Alepo.

 

         El emperador Adriano mandó construir en Tivoli un conjunto de edificios llamados Villa Adriana. Expoliada a lo largo de los años (ocupaba unas ciento veinte hectáreas), aún se conservan restos de algunas edificaciones, la piscina o Canopo, así nombrada en homenaje a la ciudad portuaria egipcia, y el santuario de Serapis (Sarapeo), probablemente una representación simbólica del valle del Nilo, modificado tras el viaje de Adriano a Egipto en 130-131 d.C. durante el cual falleció su favorito Antinoo. En el Serapeo fueron ubicadas estatuas representando los cultos a Osiris (dios que muere y resurge) identificado con Antinoo divinizado y al sincrético Serapis, del cual Adriano era entusiasta. Un complejo mecanismo hidráulico accionaba una fuente en cascada, alimentada por una gran cisterna, recreando la crecida del río.

 

         Repertoriado en el Museo Británico en Londres (número 1914,0216.148), el grabado de Piranesi Canopo Avanzi del Tempio del Dio Canopo nella Villa Adriana in Tivoli pertenece a la serie Vedute di Roma, cuya realización está fechada entre 1760 y 1778.

 

         Mediante cálculos trigonométricos los musulmanes establecen la qiblah o dirección exacta que les orienta hacia la Kaaba. En todas las mezquitas hay un nicho o mihrab que la indica, menos en la llamada Masjid al-Qiblatayn, situada en Medina, en la que hay dos ya que en un principio los seguidores del Islam dirigían sus plegarias hacia Jerusalén. La Kaaba, o «cubo», es un prisma de base rectangular construido con sillares de granito, una sola puerta e interior revestido en mármol. Antes de ser lo que ahora significa, la tribu quraish era la encargada del santuario siendo Mahoma uno de sus miembros. El eje mayor de la Kaaba apunta, al igual que el Templo de los Leones Alados de Petra, hacia Canopus.

 

3

 

       Nuestros personajes se levantaron, se despidieron y abandonaron el parque, dirigiéndose uno hacia el norte y el otro hacia el sur. Tal vez en ese momento le di al disparador. Cerca de los bancos se encontraba el Centro de Grabado Contemporáneo donde alquilaba un pequeño pero luminoso estudio en la primera planta. Marc trabajaba al final del pasillo y Marie se instaló unos días en una de las habitaciones. Había una cocina muy amplia donde nos reuníamos y celebré mi veinticinco cumpleaños; Christophe tocó al saxo Stormy Weather cuando me traían la tarta. En una de las paredes alguien había colgado un poster de una exposición titulada Noli me Tangere.

 

       No he tenido suerte buscando información sobre la pieza Canopus de Nam Yum Paik. He de fiarme de una fotografía y de una ficha. Data de 1990, forma parte de un conjunto titulado Planetarium y consta de seis monitores Sony, un disco laser y un reproductor de discos laser. Los monitores emiten imágenes en color y están dispuestos regularmente alrededor de un disco metálico grabado con signos que parecen caracteres de alguna lengua asiática. La pieza mide aproximadamente 86 cm de diámetro y la podemos ver si vamos a Karlsruhe, Alemania.

 

       Alberto Carsí fue un ingeniero y geólogo valenciano de tendencia anarquista, seguidor de Elisée Reclus e inscrito en la masonería bajo el nombre de Canopus.

 

       En 2010, según el Montevideo Portal, sucedió la Operación Canopus en la que fueron incautados unos diez kilos de marihuana, un kilo de cocaína, 1279 sellos de LSD, cinco pastillas de éxtasis, una pistola de bajo calibre, un Peugeot 106, una balanza, 200 cartones de cigarrillos, 70 mil pesos y casi nueve mil trescientos dólares, estando implicados un argentino y ocho uruguayos.

 

       En esta recopilación de datos sobre Canopus faltan buques de carga, la bandera de Brasil, aguas tranquilas del océano índico, productos farmacéuticos, el melocotón de un anciano chino, suelos dispuestos para la óptima plantación, baterías musicales…se apaga la luz, su luz, y de todo ello quedan las miradas en invierno y los suaves atardeceres en el parque a finales de cada primavera, Marc, Marie, Christophe y otros que el espíritu celebra, nuestra época de entusiasmo estudiantil. No fui consciente de que los libros en los que aprendí la lengua del chacal, sobre la finitud y muchas cosas más, allí sentado en uno de aquellos bancos mientras alguien pretendía mi retrato, eran custodios del brillo de aquel tiempo; la fotografía en grises que captó huellas de hierba y asientos vacíos, terminó impresa en un catálogo de tapas blandas y anaranjadas en el que cité unas palabras de Thomas Tranströmer: “me voilà, moi, l’homme invisible”.