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una ficción transitoria

( texto para el catálogo de la exposición en el Museo de BBAA de Asturias, 1997 )

nueva versión 2015

 

 

Me sorprendí sin tregua a las cinco y cuarto, atrapado en una espera inquietante. Narrarte es inútil, pensaba. Enormes ventiladores zumbaban en mis oídos. Es algo habitual. Narrarte es inútil.

27 3370 TWY18 17.1

“Y la ciudad ahora…”

 

…miré por el grueso rectángulo de plástico que a mi izquierda me separaba de los cada vez más diminutos signos de la civilización. Lunas llenas de pensamientos, un parche en el ala, una costura, un movimiento lateral. Nubes macilentas entre agujeros minuciosos. Roncas temperaturas. Enciendo un cigarrillo. Critico los ángulos del rombo; el rombo es mi falso techo.

 

 Se diría que nos han olvidado, que todo funciona por sí solo, que nada es necesario, realmente necesario, en cualquier caso imprescindible. Uno no cruza nada, no atraviesa nada, no se desplaza siquiera. Uno permanece en su asiento y espera. La tierra no se esconde bajo los párpados del geómetra. La tierra ha desaparecido y si pudiéramos continuar, continuar y dar vueltas, vueltas y más vueltas, tal vez entonces la memoria, incomprendido origen de nuestra deriva, perdurara sin su gesto de aparente inexistencia.

El azar…no, una serie de circunstancias nos hace miembros de un mismo destino. Y sin embargo ¿cuántos se dirigen a una misma dirección?

Esas tediosas miradas en jubilación mimética;

los hay que no pueden mirar al exterior. Los hay que no muestran el más mínimo interés por mirar al exterior. En el exterior no hay nada que ver. O precisamente la esencia, un primer grumo narrativo, un estado de visiones épicas, masas de verde nostalgia, un inédito amarillo. Coronas apoyadas en el tumulto siempre extraño de ladrones de sombras. Sólo un montón de papel cuadriculado,

una palidez de boca ajena…

te echaré de menos en la función arqueológica…A esta velocidad nos quieren hacer creer que nos movemos. Pero todo afirma su falso rumbo. Seguimos fraseando en la puntual estancia. Iris arqueados. Sueños de ubicuidad.

Me miro en desorden los ojos, paseo manos y pecho, trazo círculos queriendo levantar pirámides; fragmento los estribos del pie que se lamenta. Una corriente de aire helado se cuela entre los tobillos. No parece perturbar la rutina. Alguien recomienda prudencia mientras desciende, pasa, va mirando uno a uno nuestros vientres. No queda nada por decir. Darnos las gracias por la confianza otorgada. Cualquiera dice que no es necesario, que da igual. Narrarte es inútil. La ciudad, ahora, no es más que una mancha de metal indefinido, mentiras de horizonte, huellas de litoral.

Es invierno, pronto se hará de noche.

Aunque en este lugar todo indique que el sol es eterno.