Anomia
( texto para la exposición en la galería Gema LLamazares, 2012 )
He olvidado aquella palabra que significa las posibilidades de una figura geométrica inscrita en el mundo. No importa. Un vistazo a mi alrededor me confirma la existencia de una extensa variedad de estilos; el aislamiento es forma tan estática como estética; la pintura registra el instante por el que se filtran las ideas, no siempre certeras, la mayoría de las veces con la única vocación de relacionarse entre sí.
Una nota de Scelsi, un cuervo, nubes, encuentros y desencuentros, un perro veneciano, la costa bretona, montañas de Asturias, landas y tramas, un escudo, la llamada atenta del contrasentido, una silla de ruedas, un dibujo de Holbein, polaroids, la pared, muerte y pesadillas, la vigilancia de aquello con lo que hemos de vivir.
Esta serie comenzó tal vez en la plaza de San Giacomo dall’Orio, en Burdeos o en Basilea, se desarrolló en capítulos, con la necesidad del homenaje que implica hoy toda pintura; luz y sombra de frágiles límites, territorio acuciado por el error y la verdad, por el gesto que se acerca y se aleja de la superficie.
Valores conceptuales en el tiempo, ilusión cinematográfica, toxicidad, terreno de juego, carne, peligro, ironía, dignidad, lo anhelado y lo imposible, ganancia de la naturaleza, humanismo, paisaje.
Ocupar un espacio. Desde la primera tela escrita a máquina hasta la saturación de la materia negra y oleosa que sale del tubo, negro humo que se adhiere y se evade y se oculta ya sin la sucesión arbitraria de las horas. Extraños elementos remiten a una ficción. Y el espejo se hace a veces necesario para mostrar lo que dejamos atrás.